Controlar qué escuchan y ven los niños y jóvenes es una tarea complicada, más aún en estos momentos en los que las distintas tecnologías permiten un acceso infinito a la información. La tarea que sí está a nuestro alcance es su educación mediática.Es decir, el fomento en ellos de un consumo crítico de los medios de comunicación, que les permita identificar los contenidos apropiados para su edad, los que pueden resultar ofensivos, y los que simplemente no les son beneficiosos.
Esta no es tarea simplemente de los padres de familia, también lo es de las instituciones educativas. La creación de clases o talleres de educación en medios permitirá que los estudiantes evalúen lo que observan, oyen y leen, convirtiéndose entonces en televidentes, oyentes y lectores activos, que deciden qué consumir, que analizan y critican, que participan, que no “tragan entero”, que dudan, piden respeto, veracidad y sobre todo, contenido de calidad.
De igual forma, el acceso a los medios locales, así como el desarrollo de ejercicios educativos como la creación de medios de comunicación escolares (periódicos, emisoras y canales televisivos), será útil para que los niños y jóvenes se acerquen a los medios de comunicación. Conocerán como funcionan éstos en su interior y podrán convertirse en productores de información, eligiendo y evaluando el contenido a ofrecer, teniendo en cuenta su público, intereses y objetivos temáticos.
Claramente, ser consumidores críticos y activos de los medios de comunicación no es un ejercicio complicado. Está en nuestras manos decidir qué ver, leer o escuchar, y con esto, invitar a los mismos medios de comunicación a que hagan un mejor ejercicio de selección de contenidos, que tomen conciencia de su rol educativo, y no sólo de entretenimiento de nuestra sociedad.
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